Ira
Te enfadas o te indignas cuando el miedo imaginario se dispara y no eres capaz de comprenderlo, entonces aparece el pensamiento, se genera el sentimiento y se diluye la emoción.


Esta emoción, junto con el asco que vimos la semana pasada y el miedo que veremos la próxima, conforman las emociones protectoras.
De nuevo, al igual que el asco, la experimentamos a través de los sentimientos que general, rabia, enfado, irritación. Lo que supone una distorsión cognitiva de la propia emoción.
Su función real, si no interviene el pensamiento, es la de generar una acción ante un alto nivel de miedo, proteger tu biología de un peligro, real o imaginario.
Aquí es donde viene la distorsión, como hemos visto, la ira no es rabia, ni enfado, ni indignación, eso son sentimientos, producto de miedos imaginarios.
La ira, experimentada de manera sana y natural, genera una acción ante un peligro real.
Su función es que no te paralices ante una situación peligrosa.
Así que, no, no tiene nada que ver con esos sentimientos con los que la asociamos y nos enseñan a asociarla.
Para que lo puedas comprender un poco mejor, podríamos asociarla con el ímpetu, en sentido de acción o valentía.
Ese ímpetu que aparece cuando el miedo está a punto de bloquear el sistema por completo y algo se desata provocando la acción que permite salir de ahí.
No sales de una situación peligrosa a través del enfado, o de la indignación.
Te enfadas o te indignas cuando el miedo imaginario se dispara y no eres capaz de comprenderlo, entonces aparece el pensamiento, se genera el sentimiento y se diluye la emoción.
Eso no tiene nada que ver con la ira.
Si el peligro es real el miedo es real, ahí se produce el movimiento, la acción natural que genera la ira.
Cuando el miedo imaginario es tan alto y está tan disparado, que el sistema nervioso se agota, la ira no puede actuar, no queda energía en el sistema.
Ni siquiera para actuar en una situación de peligro real.
A esto lo llamamos ataque de pánico y se puede dar ante un peligro real o imaginario.
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